lunes, 14 de septiembre de 2009

Hola mis amiguitos y amiguitas, cómo están? Espero que tan bien como lo estoy yo.
Hoy les quiero contar dos cosas. La primera, es sobre la entrega de un presente a un amiguito al que le salió una muela. La segunda, algo que me pasó a mí.
Veamos lo que sucedió.
Resulta que ayer domingo recibí la noticia de que a un amiguito que vive en Puerto Madryn le salió un nuevo diente, más precisamente una muela, una de esas que son definitivas.
Imagínense que tuve que viajar inmediatamente hasta allá, no podía fallarle a él, como no lo puedo hacer con ningún niño o niña a la que le salga un nuevo diente. Recuerden, esa es mi misión.
Entonces, sin más emprendí mi camino. Por suerte para mí había mucho viento, es que este viaje decidí hacerlo en barrilete.
Sí, sí, me subí al barrilete de un amigo que tengo, que también es amigo de todos ustedes, Mickey y viento de por medio, crucé toda la pampa, luego llegué al sur, hasta que finalmente casi de tardecita pise el suelo de Puerto Madryn.
Una vez en esa ciudad, me comuniqué con algunos conocidos que tengo a los que le pregunté si sabían cómo llegar a la casa de Tadeo. Desde luego me dijeron ellos, esta es una ciudad en la que nos conocemos todos. Por suerte estaba muy cerca. Así que me fui para allá.
Ni bien estuve en frente, me fijé que no estuviera en su cuarto y me encontré con la sorpresa de que Tadeo hoy había ido a natación. Esto me daba tiempo para entrar dejarle el presente y salir sin mayores complicaciones.
Adivinen que presente le dejé esta vez. UN COFRE.
Sí amiguitos y amiguitas porque en un cofre se pueden guardar los mejores y más lindos tesoros que uno puede encontrar. Sobre todo si son como Tadeo, a quien le gusta coleccionar las piezas que encuentra en la playa y a las que les da un valor especial. Acaso es su imaginación la que hace que todas esas cosas tengan ese valor tan pero tan especial. Ustedes también lo pueden hacer.
La segunda cosa que les iba a contar, esté relacionada conmigo.
Ni bien dejé el presente a Tadeo, me encontraba tan cansado que me dije tengo que darme un gustito, un premio.
Quería algo y no sabía qué. Levanté mi cabeza, miré para un lado y luego para el otro, realmente me sentía bastante agotado.
Y allí estaba, frente a mis narices, una heladería y me dieron muchas ganas de tomarme un helado.
Crucé la calle, saqué mi número, esperé mi turno. El señor heladero, llamó al 23, ese era el mío. Se lo alcance y me dijo vos vas a tomar un helado? Por supuesto, para eso estoy acá, yo quiero un helado de pescado.
Me senté, lo disfruté y después de terminarlo me subí nuevamente al barrilete para que me lleve de regreso a casa para esperar la noticia de que a uno de ustedes le salió nuevamente un diente.
Les dejo un cariñoso miau miau y los espero en la próxima historia.


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